Muchos son los mitos que rodean al consumo de la carne de cerdo y, por desgracia, muchos de nosotros los creemos sin dudar de su procedencia. Desafortunadamente además, muchos de ellos, están relacionados con la salud (o más bien con la falta de ella).
Podríamos empezar por el colesterol y es que ciertos tipos de grasas, en concreto las grasas saturadas, contribuyen a la aparición del colesterol LDL (bien conocido como “colesterol malo”).
Estas grasas pueden identificarse fácilmente porque a temperatura ambiente se encuentran en estado sólido y cómo no, el tocino de cerdo es una de las más conocidas. Sin embargo, no todos los productos que están hechos con tocino de cerdo son iguales, aunque eso si, todos ellos deben ser introducidos en nuestras comidas de forma puntual.
Un ejemplo: nuestros Tocifritos
Primero y principal, están hechos con la parte del lomo de cerdo, lo cuál implica que tengan un alto contenido en proteínas, lo que según ha regulado la organización mundial de la salud, implica que: “Solamente podrá declararse que un alimento posee un alto contenido de proteínas, así como efectuarse cualquier otra declaración que pueda tener el mismo significado para el consumidor, si las proteínas aportan como mínimo el 20 % del valor energético del alimento”. En nuestros tocifritos, 48,7 g de cada 100 gramos son proteína y tan solo 4,7 gramos son grasas saturadas, por lo que de nuevo, aun siendo un alimento de consumo puntual, su calidad y la selección de materias primas contribuye a que pueda ser consumido ocasionalmente sin un perjuicio para la salud, y es una buena opción después de realizar actividades físicas que requieran de una reposición de energía y proteína posterior.
¿Pero qué otros mitos se han oído a lo largo de los años sobre el cerdo que deban ser desmentidos?
Muchos creen que nutricionalmente el cerdo se clasificaría como carne roja, pero ya os adelantamos que esto no es así.
De nuevo y según la OMS, la carne de cerdo se encuentra en la clasificación de carnes blancas ya que esta clasificación responde a su color. Pero os estaréis preguntando como influye su color en que pueda ser más o menos saludable. Pues bien, para hacer un breve resumen, el color depende de la forma química en la que se encuentre la proteína mioglobina en las fibras musculares, que es la encargada de transportar el oxígeno necesario para el funcionamiento muscular. Así, cuanto más activo es el músculo, más oxigeno necesitan y su contenido en esta proteína sería mayor, haciendo las carnes más rojas, incluso dentro del mismo animal. Pensad que un jamón es más oscuro que una panceta, y esto es así porque la pierna realiza mucho más ejercicio de contracción y relajación por razones obvias. Pues bien, las carnes rojas tienen más hierro mientras que las carnes blancas tienen no solo menor cantidad de grasa, sino de una calidad superior.
Por su propia lógica se destierra entonces también el mito de que el cerdo solo debe consumirse una o dos veces a la semana (ese sería más bien el caso del vacuno o el caprino), mientras que el consumo de carnes blancas se aconsejaría de tres a cinco veces a la semana según indican los expertos, incluida la OMS.
¿Quieres saber más sobre otros mitos que han rodeado al consumo de la carne de cerdo durante años?
Te contamos más en un nuevo post la semana que viene.